Voy a ser muy real con ustedes, apasionados lectores de blogs personales. Estoy escribiendo esto con el corazón un poco arrugado, la mente revuelta, el nudo en el estómago, la aceleración de mi pecho y otras cosas que no sé cómo describir.
En el post anterior a este describo de forma muy amplia sin entrar en detalles concretos, que algo me pasó y es muy doloroso y triste porque involucra sentimientos hacia alguien especial. Hasta puedo decir que fue traición. La experiencia me ha puesto demasiado intranquila y no estoy reprimiendo nada. Como persona adulta que soy, que ha estado en terapia, que ha sido atendida por coaches de programación neurolingüística y un maestro espiritual, puedo superar esto y más.
Lo expongo aquí como especie de catarsis. Es una experiencia que está del otro lado del espectro de lo que es cool; sin embargo, con el pensar en exceso que genera de forma natural, he llegado a darme cuenta de un par de cosas que quiero compartir aquí, para que, si resuena con ustedes, puedan ser de utilidad en caso de vivir algo doloroso (mientras escribo esto mi corazón está a millón, siento un vació o ardor en el pecho y ya quiero ir al baño otra vez).
Las cosas siempre pasan por algo, sean dolorosas o gratificantes, y esto sin lugar a dudas está por debajo de la línea de lo aceptable, pero de nuevo, me recuerdo a mi misma que en parte, yo soy responsable también. Empecemos por ahí. Tengo claro que mis decisiones me llevaron a esto.
Mi corazón y mi mente está super acelerados, pensando y recordando una y otra vez lo que pasó, repitiendo todo para tratar de entender por qué. Estoy en un ciclo de rumiación excesiva que es natural pero no es sano. Al darle vueltas y vueltas a la situación, lo que intento es buscar respuestas a todas las preguntas que surgen. En esa búsqueda solo se produce más dolor, más desanimo y estancamiento.
La rumiación solo trae cansancio, tristeza, ansiedad. Además, se distorsiona totalmente la realidad; empezamos a crear escenarios ficticios sobre lo sucedido que sólo intensifican el dolor y no conducen a una solución.
La segunda cosa que produce el sobrepensamiento es creer que podemos controlar la situación. Nuestra mente nos hace creer que si lo pensamos desde todos los ángulos, analizando cada cosa, cada gesto, cada palabra, cada escena, vamos a lograr resolver el asunto y salir victoriosos. Nos sumergimos en ese ciclo vicioso buscando la pieza que hace falta, olvidando que tal vez no la vamos a encontrar.
Como resultado de esto, llega el desgaste mental, la fatiga, y la parálisis. No tomamos acción, no hacemos nada, nos quedamos en la parte mental, dando vueltas en lo mismo. Nuestra energía queda ahí, estancada, sin avanzar, aunque creemos que por estas analizando tanto estamos progresando. Esto si que es pesado.
La imagen que he creado a partir de pensar tanto no me abandona así nada más. Sé que tengo que salir de este ciclo, pero no debo castigarme por no hacerlo de forma rápida y decidida. Soy un ser humano.
Entre la rumiación excesiva y la falsa ilusión de control, se viene algo que es muy bueno: una oportunidad para autoconocerse, para reflexionar de forma compasiva y constructiva sobre nosotros mismos y lo que se puede aprender de lo vivido.
No es que sea un proceso sencillo, pero llega casi de forma natural porque no todo es blanco o negro. Hay un camino que recorrer para llegar de un color a otro, y este es el ejemplo perfecto.
Al entrar en ese modo de autoconocimiento, revisamos nuestros valores, nuestros deseos, límites y permisos. Encontramos la manera de ser gentiles con nosotros mismos y aceptar que de ésta, salimos más fuertes. Con esta reflexión, comprendemos lo profundo de las emociones humanas y que no, no debemos reprimirlas sino integrarlas. No vamos a olvidar lo que pasó, solo vamos a darle un matiz diferente, que funcione para nosotros como aprendizaje.
En medio de todo, eso es lo que estoy haciendo, casi que a la par. El dolor está ahí, la tristeza toca la puerta, pero sé que de aquí sacaré algo positivo para mí. Identificaré con mayor claridad que es lo que estoy dispuesta a tolerar y qué no, hasta donde voy, a mantener mis estándares.
No voy a culpar a esa persona, ni a mí misma. Voy a tomar esta situación y redefinirla para establecer mis demandas, mis valores, mis creencias; debo decirme a mi misma que el miedo solo es una herramienta para volver a mí, a lo que yo soy y lo que quiero, sin importar si a la otra persona no le conviene, porque sus deseos no son mi responsabilidad.
Decido convertir esta experiencia en una lección más, para poder identificar en mí las cosas que debo cambiar que no estén alineadas con mis objetivos y mis gustos. De todos esos escenarios que elaboré en mi cabeza, probablemente ninguno se acerca a lo que es real; por eso mejor redirecciono esa energía hacia lo que importa de verdad, lo que estoy dispuesta a hacer que si respeta mi mundo, mi centro, mi identidad y mis pasiones.
Ese solo pensamiento me da un poco de alivio, me da tranquilidad. Sé que pudo ser algo diferente si hubiese tomado otra decisión, pero quien sabe si era esto lo que tenía que pasar para darme cuenta de lo que yo misma debía rectificar.
Si esto resuena contigo, te invito a abrazarte con cariño y perdonarte. Todo esto es aprendizaje. Todo esto algún día quedará bajo la pila de memorias de tu cerebro y justo ahí, las emociones serán otras.